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2è Semaine du Cinéma Équatorien de Paris


 2è Semaine du Cinéma Équatorien de Paris; cinema Equatorien, Cinema a Paris

Après le succès de 1è Semaine du Cinéma Équatorien - Paris 2011, l'Association Rencontres Culturelles organise, sous le haut patronage de l'Ambassade de l'Équateur en France et avec la collaboration de l'Institut Cervantes, la deuxième édition de cet événement, qui aura un lieu de 22 à 27 octobre 2012.

 2è Semaine du Cinéma Équatorien de Paris; cinema Equatorien, Cinema a Paris



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Vote du Public


1Semaine du Cinéma Équatorien - Images D[é]s Centr[é]es - 24 al 29 de octubre - Paris

La première édition de la Semaine du Cinéma Équatorien vient d’avoir lieu à Paris. 1200 spectateurs ont assisté aux projections qui se sont déroulées à l’Institut Cervantes et au Cinéma Saint-André des Arts. La programmation était composée de  films de fiction, de documentaires et de courts-métrages. Des invités ont présenté certains films et ont échangé avec le public à l’issue des projections. Parmi eux, Carlos Gallegos (acteur de Prometeo Deportado), Cecilia Vallejo (actrice de Impulso et Qué tan lejos), Alyosha Saari (réalisateur de Kasting) et Andrés Barriga (réalisateur de Mejor que antes).

Les spectateurs qui ont participé au Vote du Public ont choisi Qué tan lejos de Tania Hermida comme le long-métrage favori. En espera, de Gabriela Calvache, a été le court-métrage préféré du public.

En tant qu’organisateurs de la 1Semaine du Cinéma Équatorien - Images D[é]s Centr[é]es nous remercions la participation des cinéastes, des invités, des collaborateurs et spécialement du public qui est venu nombreux et très enthousiaste, et nous anticipons déjà une deuxième édition en 2012, pleine de bon cinéma équatorien.


L’équipe organisatrice.
Cette 1Semaine du Cinéma Équatorien a été organisée par l’Ambassade de l’Équateur à Paris et l’association Rencontres Culturelles, avec la collaboration du Conseil National de la Cinématographie de l’Équateur, des Ministères de la Culture et des Affaires Étrangères de l’Équateur, de la Fondation Alliance Française, avec la participation de Uma films, la Selecta - Cooperativa Cultural et ARkhé.



1era Semana de Cine Ecuatoriano – Imágenes Descentradas - 24 al 29 de octubre – París

La primera edición de la Semana de Cine Ecuatoriano en París acaba de concluir. 1200 espectadores asistieron a las funciones que se desarrollaron en el Instituto Cervantes y en el cine Saint-André des Arts. El programa estuvo compuesto por películas de ficción, documentales y cortometrajes. Algunos invitados presentaron varias de las películas y dialogaron con el público después de las proyecciones, entre ellos Carlos Gallegos (actor de Prometeo Deportado), Cecilia Vallejo (actriz de Impulso y Qué tan lejos), Alyosha Saari (director de Kasting) y Andrés Barriga (director de Mejor que antes).

Los espectadores que participaron en el Voto del Público escogieron a Qué tan lejos, de Tania Hermida, como el largometraje favorito. Entre los cortometrajes, En espera, de Gabriela Calvache, fue el preferido del público.

Los organizadores de la 1era Semana de Cine Ecuatoriano - Imágenes Descentradas - agradecemos la participación de cineastas, invitados, colaboradores y especialmente del público que asistió con entusiasmo y en gran cantidad, y anticipamos desde ya una segunda edición, para 2012, llena de buen cine ecuatoriano.

El equipo organizador. 
Esta 1era Semana de Cine Ecuatoriano fue organizada por la Embajada de Ecuador en París y la asociación Rencontres Culturelles, con la colaboración del Instituto Cervantes de París y el Cine Saint-André des Arts; con el apoyo del Consejo Nacional de la Cinematografía de Ecuador, los Ministerios de Cultura y de Relaciones Exteriores del Ecuador y la Fundación Alianza Francesa, y con la participación de Uma films, la Selecta – Cooperativa Cultural y ARkhé.






Director del Instituto Cervantes a París, Samanta Yépez, Jorge Flores, C. Játiva Embajador del Ecuador en Francia, R. Noriega Agregado Cultural del Ecuador en Francia.

 Cecilia Vallejo "Qué tan lejos" et "Impulso (24 et 26 oct. 2011)

 Andrés Barriga "Mejor que antes" (25 oct. 2011)

Alyosha Saari "Kasting" (26 oct. 2011)

Santiago Rosero "Antonia" (27 oct. 2011)

Carlos Gallegos "Prometeo Deportado" (28 oct. 2011) 

Alfredo Noriega "Cuando me toque a mí" (29 oct. 2011)




Presse / Prensa
El Comercio Ecuador
Radio France 
El Telégrafo Ecuador
El Telégrafo Ecuador gira
Expresiones
La Francolatina
BBC Mundo
Youtube


Hacia nuevos conflictos. Por un cine ecuatoriano

Jorge FLORES

El cine contemporáneo ecuatoriano ha buscado alcanzar un nivel de calidad y sin duda lo ha logrado. En los últimos diez años, el cine en Ecuador ha crecido considerablemente, se crearon escuelas, festivales, se luchó por una ley de cine y se creó el Consejo Nacional de Cinematografía del Ecuador (CNCINE). El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas, el Festival EDOC (Encuentros del otro Cine) y el Festival Cero Latitud, los tres más consistentes del país, han desencadenado un interés por el cine sin precedentes y hoy cuentan con un público masivo y constante.

La ley de cine fue aprobada en 2006 y en 2007 se asignaron los primeros fondos públicos para desarrollo, producción y distribución a través del CNCINE, que se han mantenido hasta hoy. En ese mismo año, Ecuador entró en el programa IBERMEDIA y en 2009 se realizó el DOCLAT (2do Encuentro de Documentalistas de Latinoamérica y del Caribe, Siglo XXI) en la ciudad de Guayaquil, del cual surgió una declaración que promueve la creación del Espacio Audiovisual Latinoamericano y Caribeño. En este momento hay veintidós proyectos que han recibido el aporte del CNCINE y que se estrenarán en los próximos años. Todos estos factores han contribuido para que las películas ecuatorianas empiecen a producirse en un marco más estable e institucionalizado que ha generado buenos resultados.

Actualmente contamos con todo lo que hacía falta, con todo lo que soñaron los realizadores que hicieron cine a pulso en nuestro país. En este nuevo contexto conviven las instituciones públicas, las empresas y equipos de producción, los realizadores y realizadoras, los críticos y los espectadores. Pero existen también realizadores al margen de este proceso de institucionalización que luchan por un cine ecuatoriano desde sus propias trincheras. El cine en Ecuador es un fenómeno que hoy se desborda y sobrepasa cualquier marco. Se lucha por las bases de un cine nacional, por la premura de relatar nuestras problemáticas, nuestro sueños, para al fin vernos representados en la gran pantalla.

El cine, como sistema de pensamiento, no nos ha defraudado; su haz de luz empieza a iluminar nuestras mentes; su poder realista, figurativo y principalmente narrativo nos ha dado imágenes y momentos que nos han impactado de forma brutal, para bien y para mal. La mirada del cine ecuatoriano contemporáneo producido dentro de un marco institucional es una mirada que se proyecta sobre un otro, que representa un mundo romántico en extinción. Es la mirada de un mundo provinciano conformado por las elites (el poder) y las masas (el pueblo); la del intento de acercarse al otro para poseerlo y hacerlo suyo, para fundirse en él, un deseo de fusión entre lo múltiple que ha llevado a los cineastas contemporáneos a privilegiar la representación del viaje. Los héroes de este cine emprenden viajes hacia las profundidades de un país que conocen, pero con el cual les resulta difícil relacionarse* .

Me pregunto que nos traerán los próximos años. ¿Hacia dónde va nuestro cine? La respuesta está talvez en ese otro cine que irrumpe desde las bases, que se distribuye en salas improvisadas, en mercados informales, en la calle. Ese cine llega para desestabilizar, enriquecer y conducir la cinematografía del Ecuador hacia nuevas aventuras y nuevos conflictos. Ese cine siempre en movimiento, que se reconfigura constantemente y nos permite pensar con imágenes las problemáticas de nuestro país, es el que nos permitirá también soñar con nuevas ediciones de esta Semana de Cine Ecuatoriano en París.

¿En Ecuador se hace cine?

Samanta YÉPEZ

En Ecuador se hace cine, es el título de un ciclo presentado en la cinemateca de Montevideo en 2009. Este pleonasmo denota a qué punto la cinematografía ecuato- riana podía parecer modesta a los ojos de otros países sudamericanos. En Francia, las oportunidades de ver estas obras siguen siendo escasas, de ahí el deseo de traer aquí una muestra de ese cine fabricado en el “centro del mundo”. Se trata de hacer converger en este “centro” que es París, imágenes que vienen de otros lugares, historias que nos conmueven, nos sacuden, nos hablan.

Esta programación propone varios trayectos, uno de ellos gira alrededor del universo del escritor Jorge Enrique Adoum con el documental Jorgenrique, de Pocho Àlvarez, y la ficción Entre Marx y una mujer desnuda, de Camilo Luzuriaga, adaptada de la novela homónima. La relación entre literatura y cine también está presente en el largometraje Cuando me toque a mí, de Víctor Arregui, adaptación de la novela De que nada se sabe, de Alfredo Noriega, y en el cortometraje Un hombre muerto a puntapiés, de Sebastián Arechavala, adaptación del cuento de Pablo Palacio. Defender el cortometraje, ese lugar de experimentación y búsqueda, es esencial. Cada largometraje estará precedido por una obra corta. La diversidad de estilos y de miradas que desarrollan estos jóvenes cineastas anuncia un futuro prometedor para nuestra cinematografía.

Redescubrir una película que marcó el cine contemporáneo ecuatoriano es también importante. Ratas, ratones, rateros, de Sebastián Cordero, obra emblemática de los años 90, teje su trama en las grandes ciudades colmadas de caos. Imposible olvidar ese momento en que Ángel, con su aspecto maltrecho, anuncia con una gran sonrisa a su banda de cómplices que tiene la solución para salir de la crisis. Otro destino que nos hace tomar conciencia de la injusticia social es el del personaje principal de En espera, de Gabriela Calvache. Aquella niña indígena nos conmueve y los caminos que toma nos indignan.

La atracción - ¿o la necesidad? - de la travesía parecen guiar a un buen número de cineastas. En Qué tan lejos, Tania Hermida escoge el road-movie para contar el viaje de Teresa, una estudiante en mal de amores, mientras que Mateo Herrera en Impulso construye una historia de suspenso donde Jessica, una colegiala, deja la ciudad y se marcha al campo para indagar en su pasado. En estas dos películas encontramos personajes que se buscan y a una misma actriz que los encarna: Cecilia Vallejo. Abuelos, de Carla Valencia, cuenta también un itinerario. La poesía del relato nos invita a viajar con la cineasta, de Ecuador a Chile, en busca de sus raíces.

Ir al encuentro del otro es la apuesta de los documentalistas. Andrés Barriga en Mejor que antes propone una deambulación poética en un Ecuador contemporáneo donde la figura del héroe revolucionario Eloy Alfaro está latente. En este ensayo, avanzamos en un tren emblemático que va juntando retazos de vidas.

Con Chigualeros, Alex Schlenker dibuja el retrato de un grupo de salsa que va más allá del “documental musical”. La complicidad que establece con sus personajes le da un giro al relato anunciado y el encuentro con los músicos se cristaliza. Jorge Luis Narváez, por su lado, construye en Alpachaca, puente de tierra una narración clásica cuya fuerza emana de los testimonios de los habitantes negros del Valle del Chota. Recordamos a aquel anciano que habla de su condición de esclavo en un pueblo árido donde el sol es de plomo. En Burdeos, donde escribo este texto, vuelven a mi mente el pasado negrero de este puerto y ese hombre afro-ecuatoriano. Su voz y sus palabras resuenan aun aquí.

Patricio Guzmán dice que un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotos. En el caso del Ecuador, creo que eso es válido cualquiera que sea el modo de expresión que escogen los cineastas.

¿En Ecuador se hace cine? Esta frase podría ser la réplica del policía de migración que le pregunta a un joven cineasta su profesión antes de sellarle el pasaporte. En esta escena de Prometeo Deportado, de Fernando Mieles, el joven cineasta intenta explicar su oficio de varias maneras. En su reacción se vislumbra el aire del cine ecuatoriano: aventurero, audaz y siempre listo a dar el salto.

El cine de todos los mundos, este cine

Ramiro NORIEGA


Permítanme insistir: no hay nada más universal que lo local. Cuando parecía que todo quedaba establecido, emergen todas las formas de todos los mundos, como diría Edouard Glissant. Y no se equivocaba. Con él, queremos plantear que hay una diferencia entre lo nuevo y lo inédito. Esta Semana del Cine Ecuatoriano en Francia tiene tanto de lo nuevo como de lo inédito, y eso es mucho decir.

Está claro que el siglo XXI es el siglo de todos los mundos. El movimiento de unos y otros, de todos, es el alimento de ese fenómeno que nos ilusiona y compromete. Esta Semana del Cine del Ecuador forma parte de esa deriva; se inscribe en el escenario como un hecho inusitado, casi una rareza, pero no lo es ni quiere serlo. Lo que merece es ser esto, una Semana del Cine, con todas sus letras y matices.

El mundo de todos los mundos se configura como una suma de fragmentos diversos: nada resulta igual a nada, todo se mueve. A veces nos movemos en una dirección, casi siempre en muchas direcciones. El cine, un siglo después, habla claramente de esa dinámica que es a la vez un desafío. Es que el cine, como el movimiento, más que un hecho es un derecho: no basta con quererlo para tenerlo. La imagen es también, y quizá sobre todo, un ámbito de disputa en cuanto tiene que ver con lo cultural.

En ese ámbito en disputa, la Historia del cine del Ecuador se parece a una ruina en la que prevalecen más las ausencias que las presencias. No queda suficiente de lo que hemos sido y también de lo que se ha filmado. Esto nos interpela y por eso esta Semana del Cine del Ecuador en Francia ha de ser asumida no solo como una progra- mación artística sino como una apuesta de política pública. Los olvidos hay que remediarlos. Que de ese espacio en ruinas surja una cinematografía viva, crítica, diversa y potente nos tiene que alegrar.

Esta Semana tiene todo de lo particular y mucho de lo universal pues trata, en esencia, sobre la aventura humana. La hemos llamado, en un juego de palabras, de varias maneras. La primera que salta a la vista es aquella de las “imágenes del centro”, por una alusión que debe leerse al menos en dos direcciones: una, en virtud de que cada película se basta a sí misma, en sus debilidades y en sus fortalezas. Y otra, en relación con el país del que proviene, señalado y estereotipado por aquella idea de ser, efectivamente, “el centro del mundo”, donde todo comienza y termina.

Sumadas ambas alternativas tenemos que estas “imágenes del centro” hablan a la vez de algo que somos y algo que creen que somos.

A esta Semana también la hemos llamado “de las imágenes descentradas”. Así hemos querido convocarnos a ver este cine como la expresión de las diferencias, de lo diverso y, por qué no, de la complejidad. Hay una crítica, un mercado, un cine que no creen en esa complejidad; ese cine es casi siempre el cine comercial, que tiene en el núcleo de sus preocupaciones la taquilla y no el relato, por no decir el ser humano.

Imágenes del centro, imágenes descentradas… ambas opciones invitan al espectador a un desafío primordial: descubrir esta cinematografía con el mismo rigor y ternura como se descubre lo íntimo.

Esta Semana del Cine del Ecuador le hubiera gustado mucho al poeta Edouard Glissant. Él, se sabe bien, conocía el daño que en nombre de una supuesta identidad universal nos hemos causado los seres humanos. Glissant prefería hablar de aperturas, de interrelaciones, de diálogos, de conflictos. Este cine venido del Ecuador a Francia pone en escena esas mismas preocupaciones. Con Glissant, en la Semana del Cine del Ecuador en Francia queremos celebrar el concepto de todos los mundos como si se tratara no tanto de una esperanza, sino de una oportunidad.

Vers de nouveaux conflits, pour un cinéma équatorien

Jorge FLORES


Le cinéma contemporain équatorien a cherché à atteindre un certain niveau de qualité et l’a sans doute désormais atteint. Ces dix dernières années, le cinéma a connu une croissance considérable en Équateur, des écoles ont été créées ainsi que des festivals ; une lutte s’est mise en place pour l’adoption d’une loi sur le cinéma, et un Conseil National de la Cinématographie Équatorienne (CNCINE) a vu le jour. Le trois plus importants festivals du pays : le Festival International de Cinéma et Vidéo des Peuples Indigènes, le festival Rencontres de l’autre cinéma (EDOC) et le festival Latitude Zéro ont engendré un intérêt pour le cinéma sans précédent et attirent désormais un public massif et assidu.

La loi sur le cinéma a été approuvée en 2006, et en 2007 les premiers fonds publics, toujours en vigueur, ont été assignés pour le développement, la production et la distribution par le biais du CNCINE. En 2007, l’Equateur est entré dans le programme IBERMEDIA et en 2009 a débuté le DOCLAT (2 Rencontre de Documentaristes Latino- Américains et Caribéens, XXIème siècle) à Guayaquil, où est née une déclaration qui promeut la création de l’Espace Audiovisuel Latino-Américain et Caribéen. Actuellement, 22 projets ont reçu l’appui du CNCINE et les films en découlant verront le jour prochainement. Tous ces facteurs ont contribué à ce que les films équatoriens soient progressivement produits dans un cadre plus stable et institutionnalisé, ce qui a généré de bons résultats.

Aujourd’hui, nous disposons de tout ce qui nous faisait défaut, ce dont ont rêvé tous les réalisateurs qui avaient dû se contenter de faire du cinéma avec leurs propres moyens jusqu’à présent. Dans ce nouveau contexte cohabitent les institutions publiques, les entreprises et équipes de production, les réalisateurs et réalisatrices, les critiques et les spectateurs. Mais il existe aussi des réalisateurs en marge de ce processus d’institutionnalisation qui luttent pour un cinéma national depuis leurs propres tranchées. Aujourd’hui, le cinéma en Équateur est un phénomène qui déborde et surpasse tous les cadres. Nous luttons pour établir les bases d’un cinéma national, nous avons hâte de pouvoir narrer nos problématiques, nos rêves, et de nous voir enfin représentés sur le grand écran.

Le cinéma comme système de pensée ne nous a pas trahis, son faisceau de lumière commence à illuminer nos esprits ; son pouvoir réaliste, figuratif et principalement narratif nous a amené à considérer des images et des moments qui nous ont marqués de manière brutale, en bien ou en mal. Le regard porté par le cinéma équatorien contemporain produit dans un cadre institutionnel est un regard qui se projette sur un autre, qui représente un univers romantique en voie d’extinction. La vision d’un univers provincial formé par les élites (le pouvoir) et par les masses (le peuple), dans lequel l’un tente de se rapprocher de l’autre pour le posséder et se l’approprier, pour se fondre en lui, est un désir de fusion multiple qui a conduit les cinéastes contemporains à privilégier la représentation du voyage. Les héros de ce cinéma entreprennent des voyages jusque dans les profondeurs d’un pays qu’ils connaissent mais avec lequel il leur est difficile d’entrer en relation*.

Je me demande ce que nous réserveront les prochaines années. Vers où va notre cinéma ? La réponse est peut-être à trouver dans cet autre cinéma qui fait irruption depuis la base, distribué dans des salles improvisées, par des voies informelles, dans la rue. Ce cinéma vient déstabiliser, enrichir et conduire la cinématographie de l’Equateur vers de nouvelles aventures et de nouveaux conflits. Ce cinéma toujours en mouvement, en permanente reconfiguration et qui nous permet de penser en images les problématiques de notre pays, est celui qui nous amènera aussi à rêver à d’autres éditions de cette Semaine du Cinéma de l’Équateur à Paris.


* Le voyage d’Angel, de Quito à Guayaquil, dans Ratas, ratones, rateros (Sebastián Cordero, 1999) ; le voyage de Tristeza (Cecilia Vallejo), personnage principal de Qué tan lejos (Tania Hermida, 2006) à travers plusieurs villes et villages ; le voyage vers l’auto-destruction du médecin légiste dans Cuando me toque a mí (Víctor Arregui, 2008), constituent des déplacements vers l’inconnu où les personnages ne parviennent pas à s’accommoder de la présence de l’autre.

En Équateur, on fait du cinéma ?

Samanta YÉPEZ


En Équateur, on fait du cinéma est le titre d’un cycle présenté à la cinémathèque de Montevideo en 2009. Ce pléonasme dénote à quel point la cinématographie équatorienne a pu paraître mince aux yeux des autres pays sud- américains.

En France, les opportunités de voir ces œuvres restent également assez rares, d’où le désir de ramener ici un petit bout du cinéma fabriqué dans le « centre du monde ». Il s’agit de faire converger ici, dans ce « centre » qu’est Paris, des images venues d’ailleurs, des histoires qui nous touchent, nous bousculent, nous parlent.

Cette programmation propose plusieurs trajets, l’un d’entre eux autour de l’univers de l’écrivain Jorge Enrique Adoum avec le documentaire Jorgenrique, de Pocho Alvarez, et la fiction Entre Marx y una mujer desnuda, de Camilo Luzuriaga, adaptée du roman homonyme. Ce lien entre littérature et cinéma est aussi présent dans le long-métrage Cuando me toque a mí, de Víctor Arregui, adaptation du roman De que nada se sabe, d’Alfredo Noriega, et dans le court-métrage Un hombre muerto a puntapiés, de Sebastián Arechavala, adaptation de la nouvelle de Pablo Palacio.
Défendre le court-métrage, ce lieu d’expérimentation et de recherche, est essentiel. Chaque long-métrage est précédé par une œuvre courte. La diversité des partis pris et des regards que portent ces jeunes cinéastes annonce un avenir prometteur pour notre cinématographie.

Redécouvrir un film qui a marqué le cinéma contemporain équatorien est tout aussi important. Ratas, ratones, rateros, de Sebastián Cordero, œuvre phare des années 90, ancre son histoire dans les grandes villes abreuvées par le chaos. Impossible d’oublier ce moment où Angel, avec son allure déglinguée, annonce avec un grand sourire à sa clique qu’il détient la solution pour sortir de la crise. Un autre destin qui nous fait prendre conscience de l’injustice sociale est celui du personnage principal de En espera, de Gabriela Calvache. Une jeune fille indienne nous interpelle et les chemins qu’elle emprunte nous révoltent.

L’attirance - où la nécessité ? - de la traversée semblent mouvoir bon nombre de cinéastes. Avec Qué tan lejos, Tania Hermida choisit le road-movie pour raconter le voyage de Tristeza, une jeune étudiante en mal d’amour, tandis que Mateo Herrera dans Impulso construit une histoire à suspens où Jessica, une lycéenne, quitte la ville pour la campagne à la recherche de son passé. Dans ces deux films, on rencontre des personnages qui se cherchent, incarnés par une même actrice : Cecilia Vallejo. Abuelos, de Carla Valencia, raconte aussi un itinéraire. La poésie du récit nous invite à faire le voyage avec la réalisatrice, de l’Équateur au Chili, à la recherche de ses racines.

Aller à la rencontre de l’autre est le pari des documentaristes. Andrés Barriga avec Mejor que antes propose une déambulation poétique dans un Équateur contemporain où la figure du héros révolutionnaire Eloy Alfaro est latente. Dans cet essai, on chemine dans un train emblématique qui tente de rassembler des tranches de vies.

Avec Chigualeros, Alex Schlenker dresse le portrait d’un groupe de salsa qui va au-delà du film musical. La complicité qu’il établit avec ses personnages fait basculer le récit attendu et la rencontre avec les musiciens se produit. Jorge Luis Narváez, quant à lui, construit dans Alpachaca, puente de tierra une narration classique dont la force émane des témoignages des habitants noirs de la Vallée du Chota. On se souvient de ce vieil homme qui nous parle de sa condition d’esclave dans un village aride où le soleil est de plomb. À Bordeaux, d’où j’écris ce texte, je ne peux m’empêcher de penser au passé de ce port négrier et à cet homme noir équatorien. Sa voix et ses mots résonnent encore ici.

Patricio Guzmán dit qu’un pays sans cinéma documentaire est comme une famille sans album photo. Pour l’Équateur, je crois que cela est valable quel que soit le mode d’expression choisi par les cinéastes.

En Équateur, on fait du cinéma ? Cette phrase pourrait être la réplique du douanier qui demande à un jeune cinéaste sa profession avant de tamponner son passeport. Dans cette scène de Prometeo Deportado, de Fernando Mieles, le jeune cinéaste cherche par tous les moyens à expliquer son métier. Dans sa réaction, je vois l’allure du cinéma équatorien : aventureux, audacieux et toujours prêt à franchir le pas.

Le cinéma du tout-monde, ce cinéma

Ramiro NORIEGA

Permettez-moi d’insister : il n’y a rien de plus universel que le local. Lorsque l’on pensait que tout était établi, on assiste à l’émergence de toutes les formes du tout-monde, selon l’expression d’Edouard Glissant. Et il ne se trompait pas. Avec lui, nous voulons constater qu’il y a une différence entre la nouveauté et l’inédit. La Semaine du Cinéma de l’Équateur en France comporte autant de nouveauté que d’inédit, et c’est beaucoup dire !

Il est clair que le XXIe siècle est le siècle du tout-monde. Le mouvement des uns et des autres, de tous, nourrit ce phénomène qui nous illusionne et nous engage. Cette semaine du Cinéma de l’Équateur fait partie de cette dérive. Elle s’inscrit sur la scène comme un fait rare, presque étrange, ce qu’elle n’est pas ni n’a l’intention d’être. Ce qu’elle mérite c’est d’être prise pour ce qu’elle est, une Semaine de Cinéma avec toutes ses nuances.

Le monde du tout-monde est composé de toute une série de fragments différents, où rien ne ressemble à rien, tout est en mouvement. Parfois nous bougeons dans une direction, et pratiquement toujours dans plusieurs directions. Le cinéma, un siècle après sa création, parle clairement de cette dynamique qui constitue en même temps un défi. C’est que le cinéma, comme le mouvement, plus qu’un fait est un droit : il ne suffit pas de le vouloir pour l’obtenir. L’image est avant tout un champ de dispute à l’instar de ce qui est en rapport avec le culturel.

Dans ce champ de dispute, l’Histoire du cinéma de l’Équateur ressemble à un champ en ruines, où prévalent davantage les absences que les présences. Il n’y reste pas assez de traces de ce que nous avons été ni de ce qui a été filmé. Cette constatation nous interpelle. C’est pour cela que cette Semaine du Cinéma de l’Équateur en France doit être envisagée non seulement comme une programmation artistique mais aussi comme un défi de politique publique. Il est nécessaire de remédier aux absences. De ce champ en ruines doit surgir une cinématographie vivante, critique, diverse et puissante qui se doit de nous ravir.

Cette semaine a tout de ce qui est particulier et beaucoup de ce qui est universel car elle traite essentiellement de la nature humaine. Nous lui avons attribué différents noms par un jeu de mots. Le premier qui saute aux yeux est celui d’ « images du centre », selon une allusion comportant au moins deux indications : la première qui veut que chaque film se suffise à lui-même, dans ses faiblesses et ses forces. Et le deuxième en relation avec le pays dont le film est issu et en rapport avec le stéréotype selon lequel il est, effectivement, « le centre du monde », où tout commence et où tout se termine.

En faisant l’addition des deux alternatives nous constatons que ces « images du centre » parlent à la fois de ce que nous sommes et de ce que l’autre pense que nous sommes.

Nous avons également appelé cette semaine celle « des images décentrées ». Ce faisant, nous avons souhaité nous inviter à regarder ce cinéma en tant que l’expression des différences, de la diversité et, pourquoi pas, de la complexité. Il y a une critique, un marché, un cinéma qui ne croient pas en cette complexité ; ce cinéma est, presque toujours, un cinéma commercial dont la préoccupation centrale est le guichet au détriment de la narration pour ne pas dire de l’être humain.
Images du centre, images décentrées… les deux options invitent le spectateur à relever un défi primordial : découvrir cette cinématographie avec la même rigueur et la même tendresse que l’on éprouve lors de la découverte de l’intime.

Cette Semaine du Cinéma de l’Équateur aurait beaucoup plu au poète Edouard Glissant. Ce dernier, nous le savons bien, connaissait le dommage que nous, les êtres humains, nous sommes causés au nom d’une supposée identité universelle. Glissant préférait parler d’ouvertures, d’interrelations, de dialogues, de conflits. Ce cinéma venu d’Équateur en France met en scène ces mêmes préoccupations. Avec Glissant, lors de la Semaine du Cinéma de l’Équateur en France, nous voulons célébrer le concept du tout-monde, en l’envisageant non en tant qu’espoir mais comme une opportunité.